El ladrón de sueños by Verónica García-Peña

El ladrón de sueños by Verónica García-Peña

autor:Verónica García-Peña [Verónica García-Peña]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policíaca, Novela Negra, Suspense
publicado: 2016-05-28T22:00:00+00:00


Capítulo 20

Estaba espantado ante aquel relato. El niño no había muerto en el parto como se aseguraba en los informes. Entonces, ¿qué había sido de él?

Me removí inquieto en la silla y seguí escuchando a doña Fátima, que ya no se frotaba las manos nerviosa en el delantal. De hecho, relatándome aquel horror, apenas se movía. Se asemejaba a una estatua de cera. Además, la pobre, ante tanta pena vivida y ahora recordada, había perdido el color y parecía demacrada. Una mujer distinta a la que me abrió la puerta de su casa y me invitó a pasar al salón.

Su palidez me recordó a Marta. Así de nívea y exangüe la había encontrado yo, unas horas antes, por las calles de Logroño, siguiéndome y queriendo protegerme de algo que sólo ella sabía y entendía. Blanca como mortaja y asustada como una niña pequeña que se ha perdido y no sabe volver a casa. Mustia y cadavérica como un espectro.

Marta. ¿Dónde habría ido? ¿Por qué me había besado? ¿Por qué huyó después?

Doña Fátima retomó la historia, pero no oía nada de lo que decía porque yo, como me pasaba siempre que pensaba en ella, en Marta, desde que la conocí, apenas hacía quince días, me había perdido en su recuerdo.

La lavanda me inundó, a pesar de que en nuestro último encuentro su olor, su perfume, casi había desaparecido, y evoqué la primera vez que vino a verme. Tan bella y hermosa, tan dulce.

Al momento, al notar que mi mente volvía a pensar convulsiva y nerviosamente en Marta, mi Marta, que me perdía en su recordación envolviéndome de una nostalgia que no tenía derecho a padecer, pues Marta y yo no éramos nada, hice un gran esfuerzo, debía hacerlo, y me concentré en las palabras que salían de la boca de doña Fátima.

Había llegado muy lejos en mis averiguaciones sobre las verdades que rodeaban a los Belmonte. Sobre sus secretos, mentiras y engaños. Sobre la locura que les afligía y no podía, tampoco quería, por mucho que deseara estar sólo con Marta, amarla y quererla, no llegar hasta el final.

Debía escuchar toda la historia. Para eso había ido a ver a doña Fátima.

Ya, realmente, para ser sinceros, no sabía si todo aquello que estaba oyendo y descubriendo sobre esa familia me ayudaría de algún modo a encontrar a la hija de doña Victoria. Lo dudaba, pero sí que me servía para entender mejor el miedo de la madame. Para comprender lo que me dijo en mi ático la noche anterior, cuando me confesó, aturdida y provocada por mis peticiones de verdad, que buscaba a su hija porque tenía miedo de que la locura que envolvía a los Belmonte también sitiara a su hija. Quizá pareciera algo tonto pensar eso, de mente simple, pero tras conocer parte de la historia de esa familia, cualquier cosa podía ser creíble.

Vacié mi mente y con doña Fátima volví a la noche del 25 de mayo de 1923. Volví al Ford parado frente a la mansión Belmonte y al sonido inconfundible del llanto de un niño.



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